Carlos Madrid

La Berlinale sigue deparando a todo el que se acerca una interesante (e inabarcable) mezcla de estilos cinematográficos, vanguardia, calidad y el número suficiente de estrellas de la industria que permite tener a cientos de medios internacionales pendientes de lo que allí suceda, por anecdótico que sea.

Blind dates (Levan Koguashvili)

Blind dates (Levan Koguashvili)

Amén de los paseantes de la alfombra roja, se proyectaban 400 películas (!), así que, conscientes de que nunca se puede ver todo lo deseable en un festival de esta envergadura, nos adentramos en la sala Delphi Filmpalast para ver Blind dates, un largometraje georgiano sobre relaciones imposibles o insólitas, con un cuarentón que vive en casa de unos padres metomentodo y con un mejor amigo que le lleva por el camino del mínimo esfuerzo en todos los aspectos de la vida. La película tiene el pulso y la credibilidad suficiente para llevarnos, siempre desde la comedia absurda, desde un vano intento de romanticismo hasta el cine de gángsters. Como primer largo visto allí, no decepcionó nuestras expectativas, pero en los días siguientes, yendo de una sala a otra del festival pudimos ver verdaderas joyas que, esperamos, tengan distribución en nuestro país.

Friedrichstadt-Palast

Friedrichstadt-Palast

Como de costumbre, la Berlinale se atomiza en salas desperdigadas por la ciudad. No puede ser de otra manera para abarcar tal volumen de programación; pero el fastidio que supone tener que coger el metro para ir de una sala a otra y andar bajo el frío berlinés desaparece cuando uno va descubriendo que cada sala es mejor que la anterior, mejor acondicionada, mejor distribuida. El Friedrichstadt-Palast nos sorprendió verdaderamente. Una disposición de hemiciclo que permite que 1900 personas vean cine y cualquier espectáculo de música o danza. El aire acondicionado sale DEL RESPALDO de todas las butacas… Sólo lo superó la calidad de la película que tuvimos ocasión de ver ahí.

 ’71.

'71 (Yann Demange)

'71 (Yann Demange)

’71 es y no es cine bélico. Es una mirada a un contexto inefable (Belfast, 1971) en el que se hacía difícil declarar el estado de sitio o de guerra siquiera por las propias autoridades. Y, si lo era de esta última, si civil, entre países, religiones o clanes. Resulta reveladora la permeabilidad y la indefinición de dos bandos que desde fuera siempre hemos visto tan bien delimitados: protestante pro-pertenencia del Ulster al Reino Unido y católico pro-pertenencia a Irlanda.

Con una mirada incisiva y suficientemente documentada, el director Yann Demange nos muestra el tejido de estos grupos, sin mencionar en ningún momento las palabras IRA, Sinn Feinn, Ulster o cualquiera de la familia, y deja que el espectador nombre y juzgue a personas y acciones, y de paso observe luchas internas y alianzas inesperadas.

El gran logro de ’71 es mostrarnos, a tiempo real en casi todo su metraje, toda esta maraña; lograr que el espectador distinga quién es quién y el porqué de las disputas internas en cada bando.

Jack

Jack (Edward Berger)

Jack (Edward Berger)

Una de las grandes sorpresas de la sección oficial es Jack, del alemán Edward Berger.

La cámara sigue a dos niños con la misma madre y distinto padre (ambos ausentes). La madre también parece estar ausente cuando los niños la necesitan y, a causa de un accidente doméstico, Jack, el mayor de ellos, ingresa en una casa de acogida donde su madre no irá a visitarle… La gran interpretación de Ivo Pietzcker sostiene esta película de búsqueda, desesperación y desdén por parte de la generación paterna. Un par de fallos de guión no desmerecen el conjunto de esta valiente obra.

Kreuzweg

Kreuzweg (Dietrich Brüggemann)

Kreuzweg (Dietrich Brüggemann)

Con un Berlinale Palast a rebosar (como de costumbre en los estrenos de la Sección Oficial), se presentó Kreuzweg, que podría traducirse como Via Crucis, y que titula sus 14 planos secuencia con los nombres de cada uno de los 14 escalones que narran los últimos días de la vida de Jesús.

Una división cristiana integrista, contraria al Concilio Vaticano II y dispuesta a demonizar cualquier expresión cultural que no sea el canto gregoriano, es la guía espiritual de varias familias de una pequeña localidad alemana. Las contradicciones con las manifestaciones de la adolescencia no tardan en aparecer en la joven María, que se prepara para la confirmación queriendo ser siempre ‘correcta’ y agradar a Dios por encima de todo. Por si tuviera alguna duda razonable, ahí está el sacerdote para resolvérsela o extirpársela.

Kreuzweg constituye una mirada incisiva y analítica en su guión, sin realizar acusaciones explícitas. También ambiciosa; sus 14 planos secuencia conforman una visión completa de la vida de la adolescente con todo lo que la rodea, la influye y la descentra.

Atlántida

Atlántida (Inés María Barrionuevo)

Atlántida (Inés María Barrionuevo)

En la sección Generation, la argentina -y debutante en el largo- Inés María Barrionuevo sorprendió con una historia pequeña situada en un pueblo pequeño. Un tiempo muerto; dos hermanas adolescentes, una de ellas con un pie escayolado que le impide vivir el verano como el resto de sus amigos, lo cual, a los 14 años, importa más de lo que parece.

Dolce far niente en piscinas, heladerías y no lugares. Ausencia de padres equivale a libertad de movimiento, deseos escondidos y descubiertos. Atlántida selecciona el camino adecuado de cada uno de los personajes principales para contar que en cierta época de la vida, como señaló la propia directora “parece que no está pasando nada cuando en realidad están pasando muchas cosas”.

Kraftidioten (In order of disappearance)

Kraftidioten - In order of disappearance (Hans Petter Moland)

Kraftidioten - In order of disappearance (Hans Petter Moland)

Además de Monument’s Men y El gran hotel Budapest, la otra apuesta de corte comercial de la Sección Oficial se llama Kraftidioten (En orden de desaparición). Con Stellan Skarsgaard (habitual del cine de von Trier) y Bruno Ganz (El cielo sobre Berlín, El hundimiento) como protagonistas, ellos mismos se encargaron de presentarla, aprovechando el tirón que Ganz despierta en el país que le ha deparado la mayor parte de sus éxitos.

El actor, con un estado de salud y de ánimo envidiable, ejerció de anfitrión de un largometraje algo irregular y cuyo registro cambia en diferentes ocasiones sin saber muy bien por qué.

El asesinato del hijo del protagonista suscita una venganza y a la vez una búsqueda por saber quién es quién dentro de un entramado mafioso. Que el capo no sepa que se trata de una venganza paterna y lo atribuya a su banda rival le traerá unos cuantos problemas… El humor irreverente (y en ocasiones banal) que destilan algunas escenas contrasta abiertamente con el sólido drama de los primeros veinte minutos. No decepciona, en todo caso, el film del noruego Hans Petter Moland, que sacó numerosas carcajadas al público y procuró casi dos horas de entretenimiento.