Carlos Madrid | 17/05/2012

Los niños protagonistas de Moonrise Kingdom, de los que nadie habla.

 

Hoy es el día en que me doy cuenta de las aglomeraciones de este festival. Una hora y media de cola para ver la última de Michel Gondry que no ha servido para nada. Una multitud se ha quedado fuera (incluido yo) y también gente que había pagado su entrada, porque la prioridad la tiene la prensa. No vamos a decir a las claras que esto es un fallo de organización, las salas son limitadas en butacas, y Cannes tiene que apechugar con la fama que su festival se ha labrado en todas estas décadas… pero sí vendría bien un recuento previo aproximado para decir “señores, a partir de este punto de la cola, no hay sitio, no pierdan el tiempo aquí y aprovechen para ir a ver otra película”. Hoy precisamente, en ese rato, me he perdido a Marion Cotillard en la alfombra roja…

Pero dejaré de hablar de lo que no he visto para hablar de lo que sí. Moonrise Kingdom, en su pase matinal, nos ha arrancado más de una risa/sonrisa/carcajada a los que abarrotábamos la llamada Sale du soixantième. Es una historia casi redonda de iniciación, de marginación infantil y de aventura. No sé si la llamarán así en España, ni cuándo la estrenarán, pero el universo de Wes Anderson merece la pena ser descubierto en el cine por sus decenas de detalles, y por un montaje ágil, fluido y con personalidad.

Además de los actorazos que ayer pisaban la alfombra roja, Bruce Willis, Bill Murray y Jason Schwartmann, hay una pequeña aparición de Harvey Keitel impagable como jefazo de los Boy Scouts. En todo caso, los que no eran famosos, los niños Jared Gilman y Kara Hayward, son los protagonistas, y todo el mundo habla del resto de secundarios porque son ultra celebrities, y ellos no. Pobres chavales, espero que los espectadores sepan reconocer las interpretaciones tan naturales de estos nerds de los sesenta.

Más tarde, he descubierto unas cabinas donde ver la sección Cinéfondation y he visto el mediometraje El barbero, una sencilla historia de pareja y enfermedad en una familia de barberos japonés. Sin ser nada del otro mundo, un trabajo correcto.

Todavía sigo con el runrún: hay que estar mucho antes en los sitios para evitar aglomeraciones (o perderse la película), que gente con acreditación hay a puñados y que más vale llevarse lectura para la cola a esperar para nada. Mañana vuelvo con la lección aprendida.