La única película de Alfred Hitchcock de la que se conservan apenas unos pocos fotogramas es “El águila de la montaña” (“Mountain eagle”, 1926), una de las primeras dirigidas por el director, de 57 minutos de duración e inspirada en una historia de Charles Lapworth. El mediometraje se rodó en Alemania y, a pesar de que el género “montañesco” era uno de los favoritos del joven público germano, Hitchcock no se convertiría en el genio del suspense que hoy conocemos con esta cinta sino con su siguiente película: “El enemigo de las rubias” (“The lodger: A story of the London fog”, 1927), una revisión del caso de Jack “The Ripper”, aunque, sin duda, “El águila de la montaña” fue un grato ensayo de lo que llegaría a ser su cine.
Jean Renoir escogió el mediometraje como soporte para “Un partie de campagne” (1936), un bellísimo homenaje a su padre, el impresionista Pierre Auguste Renoir, en el que las imágenes del cineasta se funden con las pinturas de su padre en un vaivén exquisito de fotogramas.
“Escape to nowhere” (1961), un mediometraje bélico de 40 minutos de duración, fue obra de un adolescente de 15 años. Más tarde, este púber imberbe acabaría dirigiendo largometrajes como “Tiburón”, “E.T” o “La lista de Schlinder”. Muchos han querido ver en esta precoz película de Steven Spielberg un pequeño avance de lo que sería la oscarizada “Salvar al soldado Ryan” (1998).
Luis Buñuel, ya con bastante más edad que el joven Spielberg, dirigió en 1969 “Simón del desierto”, un mediometraje que revisita la historia de Simón el estilita quien, intentando llevar una vida de meditación y penitencia encaramado a su columna, tiene que lidiar con las tentaciones del Diablo y un mutilado, un enano y sus cabras y un joven monje que rodean la columna en la que vive el asceta.
En 1989, un proyecto cinematográfico de 124 minutos titulado “Historias de Nueva York”, reunió tres mediometrajes de tres de los más reconocidos cineastas de la historia del cine: “Edipo reprimido”, de Woody Allen; “Apuntes del natural”, de Martin Scorsese; y “La vida sin Zoe”, de Francis Ford Coppola.
“The hand” (2004), de Wong Kar Wai, es otro de esos mediometrajes que forman parte de un largometraje. “The hand” cuenta la historia de un aprendiz de sastre, Xiao Zhang, que dedica toda su pasión a la confección de trajes para una prostituta de lujo de la que está completamente enamorado, y que es conocida como la señorita Hua. La historia recorre la trayectoria profesional del sastre durante unos años, obsesionado con que los espléndidos vestidos que confecciona eviten que la imagen de Hua se deteriore al mismo ritmo que su vida. “Eros” (2004), la película que incluye el mediometraje de Wong Kar Wai, también incluye un cortometraje de Michelangelo Antonioni y otro de Steven Soderbergh.
Uno de los directores españoles actuales más admirados, Víctor Erice, sorprendió al público hace unos años con “La morte rouge” (2005). Con este mediometraje de 32 minutos, Erice se abalanza sobre un recuerdo infantil: la primera película que vio en el cine, en el Kursaal de Donostia, “La garra asesina” (“The scarlet claw”, Roy William Neill, 1944).
Otro de los directores que no sólo experimenta con el mediometraje sino que los produce de forma habitual es Spike Jonce (“Being John Malkovich”, “Where the wild things are”), quien ya emocionó a los espectadores con los androides de “I’m here” (2010), presentada en España en el Festival Internacional de Mediometrajes “La Cabina” y que repite este año en el mismo festival con “Scenes from the suburbs” (2011). Este mediometraje promete no sólo por la cuidada fotografía a la que Jonce nos tiene acostumbrados, sino también por la apoteósica banda sonora de Arcade Fire.