Si tiene algún sentido, sin duda es objetable. Con este pretexto la censura británica prohibió en 1927 la exhibición del mediometraje La coquille et le clergyman (1928), obra de Germaine Dulac, pionera y teórica de la vanguardia europea de los años 20 y comprometida feminista que destacó como una de las máximas exponentes del impresionismo cinematográfico.

Esta vanguardia se propuso romper con toda norma narrativa y preconizó la supremacía de la imagen y del movimiento sobre cualquier otro recurso fílmico. La revolución – hasta ahora las adaptaciones de obras teatrales o de conocidas novelas históricas habían acaparado la pantalla vacía – llegó al cine de la mano de Abel Gance, Jean Epstein o la propia Germaine Dulac, en un movimiento al que los críticos denominaron impresionismo.

Sin embargo, la experimentación de la Dulac llegó más allá con La coquille et le clergyman, que se inspiraba en un texto de Antonin Artaud. La cinta se estrenó en París en 1928. En este mediometraje de 32 minutos de duración, un clérigo se enfrenta a los monstruos de su imaginación y a sus perversos deseos tras conocer a una joven muchacha. Esta película suponía una nueva forma de hacer cine que se basaba, sobre todo, en la musicalidad de la imagen y la fuerza del movimiento como pilares fundamentales y eso no gustó, ni a la crítica ni al grupo surrealista, del que sólo Buñuel declaró que le había gustado e incluso decidió exhibirla en el cineclub que dirigía en Madrid en aquel momento.

Muchos afirmarían después que Un chien andalou (1929) debía más de lo que parecía a la película de Dulac.

Pero Germaine Dulac no desistiría en su intento de desligar al cine de cualquier influencia literaria o teatral del pasado, por ello comenzó a realizar una serie de películas que perseguían su idea de un cine puro concebidas según las reglas de la música visual entre las que destaca Étude cinégraphique sur une arabesque (1929).

Fiel a sus convicciones, en uno de sus últimos trabajos teóricos afirmó: El vanguardismo, que es necesario en el arte y en la industria, es un fermento de vida y contiene el germen de las generaciones futuras. Es progreso. Por eso, tras el cine industrial y el cine de vanguardia, vendrá el cine sin adjetivos. Este solo es el verdadero.

Los experimentos cinematográficos de Dulac terminaron con la llegada del sonido que no acababa de encajar con la musicalidad visual de su imaginería. Pero siguió trabajando en el cine, como jefa de producción de noticiarios en los estudios Pathé y Gaumont, hasta su retiro.