Chile y su convulsa historia en una fiesta de despedida entre amigos y familiares. En un piso. En Holanda. Esta es la premisa de la que parte Paloma Aguilar en “Entre nosotros”: una historia sencilla y profunda sobre la despedida y el miedo al retorno, que presentó ayer en el IVAM.
“Entre nosotros” nació como un proyecto para televisión tras ganar un concurso. De este proyecto nace la vocación de narrar una historia muy cercana que, sin embargo, no sale del pequeño apartamento en el que se desarrolla: «durante nueve días de rodaje todo fue una locura. Era muy complicado y se trataba de pensar muy bien cada escena. Había demasiadas personas en un espacio muy pequeño y tenías que añadirle cámaras y demás equipo técnico. Fue un desorden total».
Un desorden, que en pantalla se ve como un encuentro familiar, angustiante y feliz. «Quería algo claustrofóbico. Quería que la cámara se acercase mucho a los personajes. Apenas se ve como es el piso en el que se desarrolla la historia, porque la cámara graba los rostros, la piel. Aunque tampoco hay mucho que ver en el departamento.
Un espacio en el que el vino y la cerveza corren y surgen del alma canciones y melodías que hacen que sus personajes expresen cosas que nunca se atreverían a decir. Y es que, aunque ella asegure que no es autobiográfico, hay mucho de la historia de Paloma Aguilar en “Entre nosotros”. Su padre, de hecho, es uno de los protagonistas: «El peso de la música es muy íntimo. Mis padres se separaron y yo me quedé con mi padre. Mi papá es músico y me crie entre fiestas guitarras y vino. Crecí en esa comunidad sudamericana en Holanda de exiliados que retrata el film».
Un retrato que, de tan cercano, parece casi un documental de ficción, pues todos los personajes del film no son actores (excepto las dos mujeres holandesas) sino músicos de dicha comunidad que acercan la historia hasta el espectador de manera tan sensible como realista.
Texto: Francesc Miró
Foto: Ana Galán