Desde su estreno hace ya un lustro, la sección de Amalgama ha recogido las propuestas más arriesgadas en cuanto a experimentación y no ficción, en lo que a mediometrajes se refiere. Las historias más peculiares y los lenguajes cinematográficos más al margen de lo que dicta la norma se encuentran, cada año, en la estimulante selección que se inauguró en 2015 como homenaje al director Iván Zulueta. ‘El último abrazo’ (Sergi Pitarch, 2014), ‘Mientras hay vida, hay esperanza’ (Pero Kvesic, 2016), ‘[m]otherhood’ (Laura García Andreu, Inés Peris Mestre, 2018), ‘Desertorxs’ (Quiela Nuc, 2017) o ‘Haunted’ (Christian Einshøj, 2018) son sólo algunos ejemplos de todo lo que ha pasado estos años por la sección no ficción de La Cabina.

 

Mientras aguardamos con impaciencia lo que está por llegar este año en Amalgama, indagamos en nombres como el del director suizo Manuel Gübeli, que participa este año con ‘Being Sascha’ (Suiza, 2020). Como en muchos de los casos en Amalgama, lo de «director» se queda bastante corto. Rascando un poco en el curriculum de Gübeli descubrimos que, en realidad, lo suyo es tanto dirigir como experimentar. En el más estricto significado de la palabra. Estos son sólo algunos de los experimentos y performances con los que descubrimos a Manuel Gübeli.

 

Estar ahí… y ya está

Entre 2015 y 2018, Gübeli se dedicó a grabarse en diferentes escenas. Sin moverse. Sin participar. Sin intervenir en lo que estaba pasando a su alrededor. Simplemente estando ahí delante de unos hare krishna, junto a un señor que juega al minigolf o en medio de unos policías que salen de una furgoneta. Así hasta llegar a una serie de 26 vídeos en los que se limita a estar de pie en lugares y escenas públicas.

 

Unas flores al vacío

En 2018, desarrolló una performance que sólo se se lleva a cabo cuando alguien la adquiere. ‘Vacuum Flower’ consiste fundamentalmente en Gübeli yendo a un supermercado a comprar una maceta con flores y, acto seguido, proceder a envasarla al vacío en la sección de carne del mismo súper. «Las flores no deben ser entendidas como un objeto artístico en sí, sino como una prueba visual de la performance a la que el coleccionista no asistió», explica Gübeli, que fijó desde el principio en cinco el número de veces que la realizará.

 

Pedalos sinfónicos

En 2014, con la colaboración de varios teatros y el Festival Strings de Lucerna, Gübeli puso a cada uno de los integrantes de una orquesta sinfónica en un pedalo y los soltó en medio de un lago. Juntos (y por separado al mismo tiempo), tocaron cuatro veces durante una semana. En este caso, Gübeli no grabó nada: fueron los espectadores espontáneos los que lo hicieron con sus móviles.

 

Una ventana, un árbol y un videoclip

‘Rear Window’ (2017) es un vídeo de algo más de 6 minutos en los que se muestra una ventana abierta que da directamente a un árbol, mientras suena una canción que se mezcla con el sonido ambiente. «La percepción del espectador está influenciada tanto por la memoria afectiva de las imágenes, como por los fragmentos de la canción», explica Gübeli. El vídeo, además, se terminó convirtiendo en el videoclip de la canción ‘Maggie’, de Tobias Carshey.

 

Esto es sólo una muestra del infinito catálogo de experimentos de Manuel Gübeli, siempre entre la performance, lo sociológico y lo cinematográfico. Entre los que no tienen registro audiovisual no podemos dejar de destacar el que en 2012 bautizó como ‘Warten’: una actuación de ocho horas en la que dos personas simplemente esperan durante ocho horas en diferentes lugares. Gübeli participa en Amalgama con ‘Being Sascha’ y puedes consultar su proyección en el programa de La Cabina 2020.